El Senado en el Imperio

El Senado fue instalado el 6 de mayo de 1826, habiendo tenido como primer presidente el Marqués de Santo Amaro. Su primera sede fue el Palacio del Conde de los Arcos, que se conoció como el "Palacio del Senado", ubicado en el Campo de la Aclamación, antiguo Campo de Sant'Anna, en Río de Janeiro.

La historia del Senado se remonta al propio proceso de Independencia de Brasil: el 25 de marzo de 1824, fue otorgada la primera Constitución brasileña que vigoró hasta el advenimiento de la República, en 1889. Por la Constitución de 1824, los senadores eran vitalicios. En aquella ocasión, el número de senadores estaba vinculado al de diputados por provincia, debiendo ser elegido un senador por cada dos diputados; sin embargo, si una provincia tuviera derecho a un solo diputado, se permitiría la elección de un senador. A partir de listas tríplices enviadas por las provincias, el Emperador escogía a los que debían componer la Cámara del Senado.

Además, los príncipes de la Casa Imperial tenían derecho a sentarse en esta Casa, tan pronto

completaran 25 años. Por ese criterio, la Princesa Isabel fue la primera senadora de Brasil.

La primera composición del Senado, contó con miembros de la nobleza, de la magistratura y del clero. Eran 50 senadores, siendo 23 barones, vizcondes o marqueses; nueve jueces; siete miembros de la Iglesia Católica; cuatro del Ejército; además de dos médicos, un abogado y cuatro propietarios de tierra.

Ver aquí la relación de los primeros senadores.

Desde la Independencia y durante las regencias, los senadores participaban activamente en la conducción del país, colocando al Senado en la línea de frente de la historia política brasileña. En el Senado ocurrió, por ejemplo, el reconocimiento de la mayoría de edad de D. Pedro II, en 1840; y el juramento de la Princesa Isabel en 1860. Los senadores también tuvieron participación decisiva en todo el proceso que culminó con el fin de la esclavitud en 1888.

El Senado fue escenario de importantes acontecimientos en el Imperio: hablaron en su sede

D. Pedro I, D. Pedro II y la Princesa Isabel, al inicio de las sesiones legislativas, en discursos que se conocieron como "As Falas do Throno". Este documento, por cierto, fue incluido en el Programa Memoria del Mundo, de la Unesco.